Ricardo Bedoya y lo mejor del cine peruano último [Entrevista]
Conversamos con el crítico sobre "El cine peruano en tiempos digitales", su más reciente publicación.
- Enrique Planas
Para un cinéfilo, el año 1996 es crucial: Los grandes cines empiezan a dividir sus salas para diversificar su oferta; empieza a oírse hablar de "Lágrimas de fuego", un artesanal filme rodado en Ayacucho; mientras la tecnología digital empieza a hacer evidente que ya no se necesita de película para rodar una película, lo que abarata notablemente los costos de producción.
El crítico Ricardo Bedoya ha elegido 1996 como punto de partida para "El cine peruano en tiempos digitales", libro que nos habla de los casi veinte últimos años de producción nacional, un tiempo en el que se ha producido más que en los 90 años de historia anterior. Años en que cambiará también el modo de vivir la cinefilia, en que se romperá la uniformidad de la cultura cinematográfica, en el que desaparecerá la Filmoteca del Museo de Arte de Lima y el resto del sistema de cineclubes para erigirse la venta de las más sofisticadas películas en el emporio de Polvos Azules. Para el crítico, estos no son hechos aislados, sino consecuencias de la irrupción de las nuevas tecnologías.
Asimismo, en el ámbito de la producción, la revolución digital trajo consigo el abaratamiento de los costos, lo que hizo posible el autofinanciamiento. "Entonces la cámara se convirtió en una prolongación de tu mano. Se había cumplido el sueño de los cineastas de las vanguardias de los años 20 y los de la Nueva Ola. Así, los nuevos cineastas podían escribir con la cámara, regrabar cuantas veces quisieran, para hacer crónicas íntimas y familiares", señala Bedoya.
Así, el libro nos abre a un amplio universo de películas, limeñas y regionales, comerciales y de autor, y muchas manejadas fuera de las salas comerciales. "Las cosas más fuertes que están sucediendo en el cine peruano están ocultas. Y hay que darles visibilidad", afirma el estudioso.
La generación previa
Cuatro años antes, el gobierno de Alberto Fujimori derogó la Ley 19327, que representaba veinte años de política de Estado para desarrollar una industria del cine. Aquella ley, precisa Bedoya, logró crear empresas que podían prever sus ingresos y planificar sus producciones. Pero en 1992, se evapora ese marco legal y 300 empresas deben cerrar. Se pierde con ello toda una generación de cineastas.
"El año 1994 se da la nueva Ley de Cine que rige hasta ahora, la cual cambió totalmente el sistema: ya no se piensa en industria, sino en premiar individualidades. Y los premios, por naturaleza, son azarosos. Tú no puedes construir una empresa pensando que te vas a ganar un premio", explica Bedoya. A eso debe sumarse la caída del muro de Berlín y la dificultad cada vez mayor para tentar los financiamientos externos acostumbrados. "El panorama cambió de una manera tan grande, que toda una generación quedó mirando desde el balcón, autores tan prometedores como Dani Gavidia, Aldo Salvini o Augusto Cabada", señala.
Un cine joven
Así, como analiza Bedoya, la gran parte del cine de los últimos años cae en manos de los realizadores más jóvenes. Salvo los casos de directores anteriores como Francisco Lombardi, Marianne Eyde o Chicho Durand, los cineastas de la Ley 19327 fueron desbordados por las circunstancias.
Sin embargo, el crítico apunta un problema estructural: "Si aprecias el panorama de los últimos años, verás que está repleto de operas primas y segundas películas. Muchos cineastas no continúan y ese es un problema serio. Aún no existe una forma estable de hacer cine en el Perú", advierte el autor.
En efecto, buena parte del camino que hoy recorren los cineastas pasa por la búsqueda de fondos internacionales ligados al mundo de los festivales europeos, que influyen en sus modas y tendencias. "Los premios crean estándares y las películas peruanas se integran a ellos", señala el crítico.
Pero también, destaca Bedoya, está otro cine de autor, ligado a la autogestión, independiente de los fondos internacionales y que, de alguna manera, intenta hacer lo que quiere. "Se trata de gente muy joven que está formando un estilo y, en consecuencia, sus referentes son los del cine que les interesa. Un cine no narrativo, con otras formas de construir sus historias. Creo que ellos irán depurando su estilo", apunta.
La producción regional
Un actor fundamental en el libro es el cine producido en las regiones. "La producción permanente y estable de películas en Ayacucho, Junín, Cajamarca y muchos otros lugares, es un cambio fundamental en los últimos años", destaca. Precisa que el tema de la producción regional es materia de la investigación que actualmente realizan los críticos Emilio Bustamante y Jaime Luna Victoria. Bedoya ha reservado para sí el cine de género de terror realizado en Ayacucho.
"Pienso que se está produciendo un fenómeno cultural con todas estas películas. La gente las ve y las aplaude. Los cineastas recorren las diferentes comunidades con su equipo en DVD. Son películas que no las encontrarás en ningún mercadillo", dice.
"Es un cine interesantísimo, que se abre sin ningún prejuicio a los géneros populares. Usan estos esquemas para hablar de asuntos urgentes en sus comunidades", explica el crítico, quien destaca fenómenos sociales como el incesto, la informalidad o la corrupción de sus autoridades.
"Es un cine interesantísimo, que se abre sin ningún prejuicio a los géneros populares. Usan estos esquemas para hablar de asuntos urgentes en sus comunidades", explica el crítico, quien destaca fenómenos sociales como el incesto, la informalidad o la corrupción de sus autoridades.
Bonus track: El top 5 de Ricardo Bedoya
En opinión del crítico, estas son las cinco películas más representativas del cine peruano en los últimos veinte años:
1. "Madeinusa" (2006). La cinta de Claudia Llosa resulta crucial porque cambió varias cosas en la historia del cine peruano. Uno de estos cambios radica en la representación de la mujer indígena. De mujer virginal e idealizada, o parte de la masa anónima revolucionaria, pasó a ser un personaje. Magaly Solier interpreta a una mujer calculadora, mentirosa, criminal. La película fue muy criticada, pero fue un parteaguas en el cine peruano.
2. "Paraíso" (2009). Héctor Gálvez dirige una crónica de la errancia de un grupo de muchachos en una zona marginal de Lima. La ciudad se ve al fondo y no puede hacer otra cosa que insultarla. Son hijos de desplazados ayacuchanos, no han vivido la guerra, pero la conocen por el relato de sus padres. Se trata de una película importantísima sobre la memoria y la posmemoria. Asimismo, "Paraíso" nos muestra la quiebra del relato mítico indigenista. En la historia, las nuevas generaciones ya no creen en los relatos fundadores.
3. "Rosa Chumbe" (2014). Dirigida por Jonatan Relayze, la película cuenta la historia de una mujer policía adicta al juego y al alcohol. Nos ofrece una imagen de Lima completamente distinta. No es la ciudad costumbrista, realista, folclórica ni criolla. Es una Lima casi infernal que, conforme avanza el filme, se va separando del realismo. En su primera película, Relayze se muestra como un cineasta con una visión de mundo interesantísima. Puedes encontrar influencias desde Arturo Ripstein hasta Rossellini.
4. "Conversaciones" (2005). En el género documental, la obra de Marianela Vega resulta muy importante. Su obra ofrece una mirada sobre la familia, ella conversa con su madre y su abuela para entenderse a sí misma y reflexionar sobre qué significa ser una mujer en la clase media limeña.
5. El cine de Eduardo Quispe, con películas como "1", "2", "3", "4" y "5", sobre el caminar por Lima, ciudad anónima, difícil de reconocer. Una Lima donde siempre se está de paso. Se trata de películas autofinanciadas, con muchos problemas técnicos, pero de gran autenticidad, hechas con gran fuerza.
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